Como es habitual, la familia es una de esas estructuras con las cuales uno vive y nos marca invariablemente. Por lo anterior, para no variar mis obsesiones empezaré con mi madre. Ella es una excelente cocinera. Quienes han probado sus guisos, saben a lo que me refiero. Entre las cosas que guisa está un caldo de habas delicioso. Hoy le hablé para preguntarle qué llevaba, porque se me antojó un caldo "como el de mi mamá." Eso si, yo mismo soy autocrítico y sé que no le llego a los talones a mi madre, pero bueno, al final les pasaré la receta del caldo de habas.
Al prepararlo, me preguntaba ¿y por qué la gente ya no come habas? El consumo de habas en México ha disminuido tanto que la Encuesta Nacional de Nutrición de 1999 (la 2012 está a punto de hacerse pública) ya ni siquiera tomó a las pobres habas en consideración. Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XX, el consumo de habas era muy importante. Esta leguminosa era parte de la dieta habitual de México, e inclusive, era repartida en los establecimientos de la Beneficencia Pública y los Hospitales como parte de los alimentos en el cuadro básico de alimentación. Desconozco si en la actualidad se siga manteniendo este reparto de habas, lo que si me parece evidente es que el consumo de esta leguminosa disminuyó, como el del garbanzo, en favor de el frijol y la soya, alimentos "supernutritivos". Lo anterior, junto con el advenimiento de la "buena alimentación" basada en proteínas animales favoreció el consumo de lácteos, carne, y posteriormente, con el surgimiento de la industria avícola, el de pollo y huevo. Esto ha creado una falta de interés en otros ingredientes, que hacen más variada la alimentación y aumentan la diversidad de las fuentes proteicas.
¿O quizás fue que el haba se asoció al favismo, que impide una asimilación adecuada de los azúcares presentes en el haba? ¿Hubo alguna campaña contra el consumo de habas por esta enfermedad? No lo sé.
Lo que si sé es que el caldo de habas ya salió, y me quedó delicioso (de nuevo aclarando que no tanto como el de mi madre).
Les mando la receta y una foto del resultado.
Buen provecho.
Caldo de habas a la Dalila:
Las cantidades son al tanteo, la cocina es de esos saberes prácticos y efímeros imposibles de reducir a unas medidas estandarizadas, cosa que saben l@s cociner@s intuitivamente y que uno aprende después de un doctorado a traducirlo a un lenguaje académico más rimbombante, pero no necesariamente mejor.
Para medio kilo de habas.
Se remojan las habas toda la noche, y antes de prepararlas se les cambia el agua. Una vez hecho esto se ponen a cocer a fuego fuerte, en agua, "la suficiente", con sal. Se dejan destapadas porque tienden a espumar. Mientras tanto, uno va picando cebolla (media cebolla le puse), tomates (tres tomates, de los rojos), y se fríen estos ingredientes en aceite de oliva. Cuando las habas ya están blandas, se le agrega a la olla un puño de arroz (¡a ver, midan un puño!) y se dejan cocinar más. Cuando ya están casi listas, se les agrega el tomate con la cebolla sofrito. En un arranque de gordura, como los míos, le pueden poner tocino frito (y desgrasado, para que no digan) cortado en trozos al caldo ya listo. Y el punto final y el más importante: un manojo de cilantro picado que se agrega y se espera que rompa el hervor de nuevo. Se deja hervir un minuto más y se sirve.
Se come solo, acompañado, con la gata, con los amigos, y con quien se deje. Unos amigos de mi papá, descendientes de españoles (por lo conservadores que son, creo que son de los exiliados franquistas que rehuyeron de su pasado) lo aderezan con aceite de oliva al gusto.
Espero les guste.
Y se me olvidó mencionarles algo muy importante: Es BARATÍSIMO hacer este guiso.
Al prepararlo, me preguntaba ¿y por qué la gente ya no come habas? El consumo de habas en México ha disminuido tanto que la Encuesta Nacional de Nutrición de 1999 (la 2012 está a punto de hacerse pública) ya ni siquiera tomó a las pobres habas en consideración. Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XX, el consumo de habas era muy importante. Esta leguminosa era parte de la dieta habitual de México, e inclusive, era repartida en los establecimientos de la Beneficencia Pública y los Hospitales como parte de los alimentos en el cuadro básico de alimentación. Desconozco si en la actualidad se siga manteniendo este reparto de habas, lo que si me parece evidente es que el consumo de esta leguminosa disminuyó, como el del garbanzo, en favor de el frijol y la soya, alimentos "supernutritivos". Lo anterior, junto con el advenimiento de la "buena alimentación" basada en proteínas animales favoreció el consumo de lácteos, carne, y posteriormente, con el surgimiento de la industria avícola, el de pollo y huevo. Esto ha creado una falta de interés en otros ingredientes, que hacen más variada la alimentación y aumentan la diversidad de las fuentes proteicas.
¿O quizás fue que el haba se asoció al favismo, que impide una asimilación adecuada de los azúcares presentes en el haba? ¿Hubo alguna campaña contra el consumo de habas por esta enfermedad? No lo sé.
Lo que si sé es que el caldo de habas ya salió, y me quedó delicioso (de nuevo aclarando que no tanto como el de mi madre).
Les mando la receta y una foto del resultado.
Buen provecho.
Caldo de habas a la Dalila:
Las cantidades son al tanteo, la cocina es de esos saberes prácticos y efímeros imposibles de reducir a unas medidas estandarizadas, cosa que saben l@s cociner@s intuitivamente y que uno aprende después de un doctorado a traducirlo a un lenguaje académico más rimbombante, pero no necesariamente mejor.
Para medio kilo de habas.
Se remojan las habas toda la noche, y antes de prepararlas se les cambia el agua. Una vez hecho esto se ponen a cocer a fuego fuerte, en agua, "la suficiente", con sal. Se dejan destapadas porque tienden a espumar. Mientras tanto, uno va picando cebolla (media cebolla le puse), tomates (tres tomates, de los rojos), y se fríen estos ingredientes en aceite de oliva. Cuando las habas ya están blandas, se le agrega a la olla un puño de arroz (¡a ver, midan un puño!) y se dejan cocinar más. Cuando ya están casi listas, se les agrega el tomate con la cebolla sofrito. En un arranque de gordura, como los míos, le pueden poner tocino frito (y desgrasado, para que no digan) cortado en trozos al caldo ya listo. Y el punto final y el más importante: un manojo de cilantro picado que se agrega y se espera que rompa el hervor de nuevo. Se deja hervir un minuto más y se sirve.
Se come solo, acompañado, con la gata, con los amigos, y con quien se deje. Unos amigos de mi papá, descendientes de españoles (por lo conservadores que son, creo que son de los exiliados franquistas que rehuyeron de su pasado) lo aderezan con aceite de oliva al gusto.
Espero les guste.
Y se me olvidó mencionarles algo muy importante: Es BARATÍSIMO hacer este guiso.
Comentarios
Publicar un comentario