Hace poco más de una semana que mi abuela Juana murió. Es por ello que escribo estas líneas, para desahogar la memoria, y como un pequeño homenaje, tanto a ella como a mi padre.
Mi padre fue criado por mi abuela Juana, pero no era su madre. Su papá se lo había quitado a su madre biológica, mi abuela Ángela, y se lo llevó a su esposa, mi abuela Juana, cuando él tenía tres o cuatro años.
A la entrada del panteón, mi padre dijo, en el último momento con el féretro abierto, que le daba las gracias por haberlo criado, por que gracias a ella él era quien es ahora. Sé que mi padre no tuvo una infancia fácil. De hecho, fue bastante difícil y llena de problemas, con un padre ausente y una familia adoptiva que no era precisamente cariñosa o amorosa, como la mía.
El tiempo lima y borra las heridas, y desde que yo tengo uso de razón, mis padres me presentaron a mis abuelas, Juana y Ángela, como la cosa más natural del mundo. Tenía por lo menos tres abuelas y no me parecía extraño. Regresando al lado paterno, quise a ambas. Mi abuela Ángela murió hace casi treinta años, su recuerdo es difuso ahora. Desde ese momento me quedó solo mi abuela Juana. Mi padre nunca dijo nada malo ni de ella ni de mis tías o tíos. Me crió con amor y con amor a ellos. Son mi familia.
Conforme fui creciendo, he ido armando las piezas de la infancia de mi padre, a través de comentarios con otras personas, desde otros miembros de la familia hasta amigos de la infancia de mi padre, que abren el pasado y dejan ver que hay trapos sucios guardados en la familia.
Sabiendo todo ese pasado, admiro más a mi padre. Su corazón es muy grande y lleno de amor. Él no guardó rencor sino cariño por mi abuela Juana. Fue su madre, y fue ella quien lo crió, bien o mal, fue ella quien estuvo ahí. Y él reconoció eso siempre, hasta el final.
Cuando cerraron el ataúd, mi primo me llamó a cargar el féretro hasta el lugar donde se enterró a mi abuela, junto a mi abuelo y una tía. Yo no había reparado en lo significativo del hecho. Cuando cargas el ataúd de alguien, sabes que formas parte de algo. Yo sabía que formaba parte de la familia, pero cuando cargas a tu abuela sabes que siempre serás "alguien" en la familia, no un pariente lejano. Fue un privilegio y un honor haberlo hecho. Fui el representante de mi padre para cargar a su madre.
Extrañaré a mi abuela, mucho, pero así es la vida. Nos vamos quedando solos, con los recuerdos nada más. Pero mientras recordemos a los que ya no están, seguirán en nuestro corazón.
Al escribir estas líneas pienso en mi abuela, pero pienso más en mi padre. Lo admiro por enseñarme que tuve dos abuelas, porque él tuvo dos madres. Y porque me hizo quererlas por igual.
Adiós abuela Juana. Seguirás en mi corazón.
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