Tanto veneno
In memorian, Casiel Corleone
5 de abril de 2000, 31 de octubre 2005
Publicado en paralelo en https://medium.com/@CheJoel/tanto-veneno-ea14c17853a8#.z6hbdqsip
¡Maldita vida! Otro pinche día encerrada en este puto departamento, pero eso sí, será el último.
Mi padre siempre me halaga, ja, sí, siempre con su “Cosita linda, qué bonita estás, qué elegante, qué distinguida”. ¿Para qué chingaos tanta melcocha si ni siquiera me sacan a pasear? Ya no pido irme de vacaciones, ni siquiera salir de la puta ciudad, sólo ir al parque, caminar un rato.
Ya ahora se fue al trabajo el que se dice mi padre. Pinche padre. Valiente padre tengo que sólo me ve en las mañanas y por las noches, de ahí en fuera, todo el cabrón día encerrada, ni un triste balcón para asomarme. ¡Maldita sea! Y para colmo de males a veces me cierran la ventana. Ni siquiera puedo sentir el aire en mi cara, en mi cuerpo. Eso sí, cuando se queda abierta la ventana me asomo y platico con los pájaros de los cables. Un día intenté agarrar uno y se asustó el desgraciado. Yo que soy tan linda y ni un puto pájaro platica conmigo. Ojalá y se mueran todos esos animales. Les envidio que vuelen, eso sí. Son muy libres los malditos. Van de un lado al otro y no le piden permiso a nadie. Yo solo voy de un lado al otro pero del pasillo, doy pena ajena.
Cuando corro, de repente salto entre las paredes. Eso sí me lo aplauden. Dicen que es el “salto Matrix” como si fuera la Carrie-Anne Moss, esa zorra vestida de negro. Seguro se viste así porque quiere ocultar sus lonjas. Además yo salto con mayor elegancia. De todo lo que me dice mi padre, en lo que sí tiene razón es que soy elegante. La zorra esa se viste de negro y yo, que también soy una zorra, me visto de blanco. Por eso me tengo que estar limpiando todo el día, para mantener mi blanca e inmaculada elegancia.
Bueno, soy zorra porque me siento zorra, no porque sea una putita. Que las ganas nunca me han faltado, lo me ha faltado es con quien. Bueno, un día que estaba muy caliente y le gritaba a mi padre que quería un novio, ese día sí se me hizo tener con quién. Pinche día. Pinche padre. Pinche Alicia. Mi padre al ver mi desesperación habló con Alicia, mi tía y ella trajo a su hijo, el Praatz, para ver si me quitaba las ganas. Maldita mi suerte, el Praatz, ese famoso resultó un putito. Sí, él tan machito, tan grandote, con los huevos tan bien puestos y el cabrón al verme, en vez de aventarse encima de mí, de calmar mi calentura, que sale corriendo y que se esconde debajo del mueble. ¡El muy tarado terminó peinándome y alabando mi pelo¡ Mi padre no sabía ni que hacer y yo, del coraje, traté de arañar al Praatz. El tonto ni las garras sacó. Nunca se defendió. Nos dejaron encerrados dos días y sólo salía de debajo del mueble para ir al baño y tomar un poco de agua. Ni comió el desgraciado. De tanto coraje que tenía, se me olvidó la calentura y se me pasó por completo. Total que sigo virgen. Mi padre se burla de mí diciéndome que si me muero, iré a cantar al coro de las Once mil vírgenes. ¡Qué horror! ¡Qué hueva! Puros coños sin estrenar y todos así por voluntad. El mío está así no porque no quiera, maldita sea. Yo cantaría con gusto en el coro de las chorro mil putas del infierno, con diversión y sudor incluidos, pero en el de las otras suripantas reprimidas ni madres.
Mi padre también tiene razón en otra cosa. Él sabe que me encanta el baile y la actuación, y que además, canto. El baile me fascina desde que soy muy pequeña. Me acuerdo de que mi padre bailaba conmigo y me agarraba y yo bailaba con él. Luego ya empecé a tener mayor conciencia y fui agarrando el gusto por el baile, ya no bailaba cualquier cosa, bailaba reggaeton. Ahí sí podía expresarme y bailar todo lo que yo quería, mover todo lo que quería y sentirme todo lo zorra que quería. Eso sí, en sociedad, nunca lo hago, ni modo que piensen que yo, tan elegante, y con gustos tan vulgares.
Cuando me toca hacer presentaciones frente a los amigos de mi padre canto arias de Phillip Glass y, cuando estoy sola, canto la música del Último Emperador. Bueno, no la canto, la tarareo. El que sea zorra, y me guste bailar ese ritmo tan vulgar como el reggaeton no me impide que me guste otro tipo de música. Hasta me gusta la salsa, cantarla y bailarla. Es divertida. Lo único malo es que cuando estoy sola no puedo ni siquiera poner música para divertirme. A veces, o ni tan a veces, veo la tele. Cuando era pequeña veía Hoy, pero ahora me encanta Rebelde. Admiro a Dulce Gatica, la zorra que no disimula su condición de piruja y además, tiene el cabello rojo. Me encantaría tener el pelo rojo como ella y ser totalmente rebelde. Claro que no hablo un fresa tan impostado como el de los susodichos rebeldes, yo sí soy de una noble cuna. Mi madre era de San Ángel Inn, no de la zona jodida, sino de la bien nice, de allí saqué mi elegancia. Eso sí, mi madre no hablaba así como yo. Esa es otra de las cosas en las que tiene razón mi padre. Tengo una “boquita de caramelo”, o como diría mi tía Alicia, soy una boquisucia. Ni modo, se chingan, no les cuento esto a menores de edad y si lo leen, ¡qué pena!, ya aprenderán nuevas formas de empuercarse la boca.
Les decía que admiro a la tal Dulce Gatica, pero a quien más admiro es a la Shákira. Ella sí que sabe cómo bailar, como mover las caderas y ser zorra sin verse tanto, además de que canta algo que desde que lo escuché, me encantó. Se llama “No”. Y cuando vi el video me entró la idea de lo que pienso hacer hoy. Shákira canta que ella no puede vivir con tanto veneno. Eso es cierto, y claro, como ella tiene a su argentinito que mantener, la zorra, en el video de la canción nunca toma la decisión. ¿No has visto el video? Pues te lo contaré, aunque sea lo último que cuente. En el video, la Shákira, se queja de que no puede seguir viviendo, y llora, hace berrinche y según esto, hace unas alas para huir de la vida, pero la cobarde, antes de aventarse, se arrepiente. Pues bueno, ella se arrepentirá por su machito de la Rua, pero yo, virgen y muerta de vieja, ni madres. Hoy que se fue mi papá me dijo que me bajara de la ventana, y lo que le dije fue que chingara a su madre el guey. Como a él lo que le digo le vale madre, se fue y me dejó sola, pero con la ventana abierta. Y como dicen que en el cielo no aceptan a los suicidas, pues yo sin alas hechizas me aventaré, porque en el coro de las bobas, nunca. Me da risa que mi padre me puso el nombre idóneo, sin saber que así es como quiero librarme de esta maldita vida. Me llamo Cassiel, como el ángel caído de Wenders. En el nombre llevo la penitencia. Te dejo, tengo un asunto pendiente con la ventana.
¡A chingar su madre!
Agosto 2007
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